Existe una inquietud común acerca de cómo la hipertensión está relacionada con la sal o el sodio. Pero, ¿y si la solución reside en el potasio en lugar de en la sal? ¿Qué conexión exacta existe entre este mineral, presente en varios alimentos, y la presión arterial? A continuación, daremos un vistazo a lo que la investigación científica nos dice sobre ello.
¿Cómo ayuda el potasio a disminuir la presión arterial?
El potasio actúa como un mineral fundamental y es uno de los electrolitos más vitales para nuestro organismo. Este mineral facilita la eliminación del agua sobrante a través de los riñones, ayuda a transmitir señales nerviosas, y garantiza el correcto funcionamiento de los músculos, incluyendo el corazón.
Varias investigaciones han evaluado la relación entre el consumo de potasio y la reducción de la presión arterial. Este efecto sucede debido a que el potasio neutraliza el exceso de sodio (conocido comúnmente como "sal") en la dieta, que tiende a retener agua y aumentar el volumen sanguíneo. Al facilitar la eliminación del exceso de líquido a través de los riñones, el potasio alivia la presión arterial. Por ello, cada vez se estudia más su potencial como un factor de prevención y tratamiento para la hipertensión.
Además, se ha verificado que el potasio mejora la flexibilidad de los vasos sanguíneos, lo que facilita el flujo sanguíneo y disminuye la resistencia vascular.
Pruebas Científicas
Diversos estudios científicos dick>
han demostrado que una ingesta más alta de potasio está asociada con una disminución significativa de la presión arterial, especialmente en personas con hipertensión o que consumen grandes cantidades de sodio.
Asegura algunos de estos estudios que las personas que incrementaron su consumo de potasio redujeron entre 2 y 4 mmHg su presión arterial sistólica y entre 1 a 3 mmHg la diastólica. Aunque estas cifras pueden parecer pequeñas, son clínicamente importantes y suficientes para reducir el riesgo de eventos cardiovasculares en la población general.
Maneras de Incorporar Potasio en Nuestro Menú Diario
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja un consumo diario de potasio de al menos 3,510 mg para los adultos. Los individuos con hipertensión pueden incrementar este consumo, siempre y cuando no existan contraindicaciones de salud, como problemas renales.
Podemos lograr estos niveles a través de la incorporación de alimentos ricos en potasio en nuestra dieta cotidiana. No necesitamos suplementos para alcanzar estas cifras, ya que una alimentación diversa que incluya frutas, vegetales, legumbres y frutos secos (donde se encuentra este mineral en mayor cantidad) debería ser suficiente, incluso para llegar a niveles de consumo superiores.
Algunos alimentos con alto contenido en potasio (las cantidades están expresadas en mg por cada 100 gramos de alimento) incluyen:
• Batata (542 mg)
• Plátano (370 mg)
• Espinaca cruda (558 mg)
• Aguacate (485 mg)
• Kiwi (290 mg)
• Zanahoria (286 mg)
• Melón (310 mg)
El Equilibrio Ideal
Entonces, ¿es preferible incrementar el consumo de potasio o reducir la ingesta de sodio para controlar la hipertensión? Lo ideal, como siempre en la alimentación, sería buscar un equilibrio: es decir, bajar un poco el consumo de sodio e incrementar el de potasio, para obtener los beneficios de ambas tácticas.
A pesar de que varios ensayos clínicos respaldan la relación entre una mayor ingesta de potasio y una menor presión arterial, su impacto tiende a ser mayor en las personas que consumen grandes cantidades de sodio.
Un estudio reciente publicado en la revista Hypertension concluye que, aunque tradicionalmente las estrategias dietéticas para controlar la hipertensión se han enfocado en reducir el sodio, los resultados esperados no siempre se logran debido a la naturaleza de nuestra alimentación. Por ello, proponen que aumentar el consumo de potasio podría ser una buena solución.
En resumen, una alimentación rica en potasio puede ayudar a reducir la presión arterial y mejorar la salud cardiovascular, pero no ofrece una solución completa o definitiva. Sus efectos son más eficaces cuando se combinan con cambios en el estilo de vida, como la reducción de la ingesta de sodio, la práctica regular de ejercicio y la reducción del estrés.
