Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599–1660) se erige, sin objeción alguna, como uno de los pilares indiscutibles de la pintura a nivel mundial. Desde sus raíces en el tenebrismo hasta su estrecha relación con la monarquía, este artista logró forjar un estilo artístico tanto distintivo como extraordinario, el cual ha sido fuente de inspiración para generaciones emergentes a lo largo de los siglos. Un ejemplo de ello es el caso de Édouard Manet, quien reverentemente se refirió a él como "el pintor de los pintores".
