Se tiñe de rosa el mes de octubre en reconocimiento a la concienciación del cáncer de mama. Los lazos rosa inundan las vitrinas y los productos teñidos de este color florecen en las tiendas, prometiendo que parte de las ganancias recaudadas se destinarán a la investigación del cáncer. Sin embargo, en muchos casos, estas promesas no son más que un velo rosa (pinkwashing) cubriendo las verdaderas intenciones de aumentar las ventas.
El lazo rosa, símbolo universal de solidaridad y apoyo en la lucha contra el cáncer de mama, tuvo sus raíces en el color melocotón, cuando Charlotte Haley lo utilizó por primera vez en 1991 para protestar por la falta de inversión en la investigación del cáncer de mama. Al año siguiente, la revista Self y Estée Lauder adoptaron el lazo rosa como su propio símbolo, y desde entonces ha sido adoptado por multitud de marcas globales.
¿Se está desvirtuando el propósito?
Con el paso del tiempo, el propósito solidario y reivindicativo del lazo rosa ha perdido peso ante su uso como una herramienta de marketing. Las marcas a menudo utilizan un tono sentimental y hasta idealista en sus mensajes sobre el cáncer de mama, lo que puede oscurecer la gravedad de la enfermedad. Este dulcificación del discurso puede resultar en un relato edulcorado e incluso frívolo acerca de una enfermedad grave, lo que ha alimentado una ola de críticas, especialmente de aquellos que han vivido la enfermedad de cerca.
Cuando el objetivo es sólo relacionar la marca con causas sociales
Cuando las marcas utilizan el lazo rosa como una estrategia de marketing, buscan asociar su nombre con causas sociales, para así atraer y movilizar a sus consumidores. Sin embargo, esta táctica puede distorsionar la verdadera causa en cuestión: la investigación y la visibilización del cáncer de mama, su prevención y tratamiento. En lugar de contribuir a la causa, el uso del lazo rosa puede convertirse en un instrumento para aumentar las ventas.
Solicitando mayor transparencia a las empresas
La campaña Think Before You Pink ha fomentado un pensamiento más crítico entre los consumidores, instándolos a cuestionar cuánto de lo que gastan realmente se destina al estudio y tratamiento del cáncer de mama. Así, es necesario exigir una mayor transparencia por parte de las empresas en cuanto a su contribución a la causa.
Recordemos en este mes de octubre que detrás de cada campaña a favor de la concienciación del cáncer de mama hay una intención. Reflexionemos sobre nuestras decisiones de compra, seamos coherentes y consumamos de forma responsable. Hagamos preguntas críticas: ¿La empresa siempre ha mostrado interés en este tema? ¿De verdad están comprometidos? ¿Cómo y a qué se destina lo que se recauda?