Un Viaje Fascinante: Cómo Nuestro Gusto Cambia con la Edad

Curiosidades

Por Gloria Paula Trujillo, 10.04.2024



A veces, un aroma o sabor particular nos regresa a los días pasados o despierta recuerdos particulares. Investigaciones sugieren que, en nuestros años tempranos de vida, podemos saborear los alimentos con mayor intensidad. Sin embargo, con la edad, nuestros órganos, incluyendo nuestra lengua, pierden parte de su capacidad para percibir algunos sabores y sensaciones.

Se ha cuestionado por qué los niños suelen rechazar las verduras y otros sabores fuertes. La explicación radica en que los infantes tienen aproximadamente 30,000 papilas gustativas en toda la boca. Al convertirnos en adultos, sólo nos quedan un tercio. Por lo tanto, los más jóvenes experimentan los sabores de manera más intensa.

En el amor de los bebés por la grasa y la leche materna, descubrirás el papel de sus papilas gustativas. Necesitan más calorías en proporción a su peso corporal que en cualquier otra etapa de su vida”, explica Mohammed Moghadasian, experto en ciencias nutricionales humanas. Los sabores amargos son asociados con posibles venenos, por lo que los alimentos salados, agrios y amargos, como las verduras, suelen ser rechazados por los infantes.

Los sabores pueden relacionarse con experiencias, lo que explica por qué la negativa a comer verduras puede estar ligada a los regaños de los padres, mientras que los sabores dulces están asociados a estados de ánimo satisfactorios.

En la adolescencia, comienzan a forzar su paladar a aceptar sabores que inicialmente detestan, como el café y la cerveza, en un intento por parecer más adultos. Eventualmente, sus neuropatrones se ajustan y comienzan a disfrutar realmente de los sabores amargos y fuertes. No obstante, su cerebro y recuerdos les llevan a preferir las bebidas alcohólicas dulces, que les recuerdan a su infancia.

La madurez trae una apreciación más sofisticada de los sabores. Sin embargo, si te habitúas a ciertos tipos de comida o bebida durante tu juventud, tu cerebro tiende a programarse para aceptar estos sabores, colores y otras características de los alimentos.

Con la vejez, nuestros sentidos se debilitan, disminuye la producción de saliva, y el estómago se contrae. Estos cambios hacen que los sabores sean menos apreciados y que la satisfacción al comer disminuya.



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