El modelo de civismo electoral único en Uruguay: Un faro de estabilidad en Latinoamérica

Curiosidades

Por Gloria Paula Trujillo, 09.07.2025



En la reciente noche de las elecciones, incluso antes de contar todos los votos, Luis Lacalle Pou, el presidente saliente de Uruguay, felicitó a su rival político, Yamandú Orsi:

"Envié un mensaje a @OrsiYamandu para felicitarlo como el próximo presidente de nuestro país y para ponerme a su disposición y comenzar el proceso de transición tan pronto como lo considere apropiado".

En la región, este acto de civismo en Twitter puede resultar sorprendente, pero en Uruguay es casi una costumbre. Uruguay se destaca como un modelo singular de democracia en América Latina, con un sistema gubernamental basado en consenso, respeto a los derechos fundamentales y participación activa de los ciudadanos.

El país tiene un fuerte sistema de partidos que es relativamente estable. Alberga a dos de los partidos políticos más antiguos del continente: el Partido Colorado y el Partido Nacional (fundados ambos en 1836); y más reciente, y más a la izquierda, el Frente Amplio, fundado en 1971.

Menos de 100,000 votos separaron la victoria de Yamandú Orsi (Frente Amplio) de la derrota de Álvaro Delgado (Partido Nacional en alianza). Esto refleja una sociedad claramente polarizada, dividida en dos polos de casi el mismo tamaño. Pero ¿qué hace que Uruguay sea tan único?

La polarización ideológica en Uruguay

La polarización ideológica es evidente en Uruguay. A pesar de que las posturas centristas suelen dominar las preferencias del electorado, las ideologías están presentes en el debate y la campaña.

Para Giovanni Sartori, politólogo italiano, la polarización se define por un proceso que quiebra los consensos sociales. Aunque puede causar problemas para la gobernabilidad, también tiene efectos positivos: al clarificar las opciones políticas, se crean fuertes lazos entre partidos y votantes, y se pueden establecer mecanismos de rendición de cuentas que obligan a los partidos a seguir respondiendo a las preferencias cambiantes de los votantes.

Siempre y cuando el conflicto no supere un cierto límite, la polarización tendría un efecto beneficioso, con una función educativa y unificadora, capaz de crear sólidos lazos entre las instituciones y sus militantes.

Quizás lo más destacado de la observación electoral en Uruguay es este gran espíritu de convivencia democrática. Las diferentes fuerzas políticas hacen campaña en la calle, en puestos adyacentes; o celebran sus resultados en la carretera, a pocos metros de distancia unos de otros.

Esta tolerancia mutua facilita la construcción social de la realidad, y la aceptación de las reglas del juego y los hechos compartidos. Durante las elecciones, el candidato Álvaro Delgado del Partido Nacional rechazó la oportunidad de adelantarse en la cola para votar, prefiriendo esperar su turno. Un hecho insignificante para algunos, pero notable en términos de la política latinoamericana.

Uruguay, una de las democracias líderes del mundo

La democracia de Uruguay se encuentra entre las mejores del mundo y lidera en la región latinoamericana. De acuerdo a IDEA Internacional, Uruguay y Alemania están en la cima en lo relativo a la representación política.

El respeto por el oponente y por las reglas del juego democrático, es una norma fundamental en la construcción de la democracia en Uruguay. Se puede apreciar esta práctica cuando, en ambas rondas de las elecciones, los candidatos agradecían en primer lugar a la democracia, al árbitro y al sistema, sin olvidar al rival.

Estas normas informales de la democracia pueden no estar escritas en la Constitución o alguna ley en particular, pero son esenciales para la estabilidad y el funcionamiento saludable de un sistema democrático. Estas normas son la tolerancia mutua entre los líderes políticos, incluso si no están de acuerdo en sus ideas.

Todo esto se traduce en una convivencia política que permite alternancias en el poder sin sobresaltos, que refuerza la confianza pública en las instituciones y la continuidad de la república.

Lo que distingue a Uruguay es justamente este conjunto de prácticas que han convertido al país en un modelo democrático en la región. Yamandú enfrentará obstáculos y dificultades, incluyendo la dificultad de gobernar sin una mayoría parlamentaria clara; pero la continuidad del modelo democrático excelente de Uruguay dependerá de su compromiso y capacidad para preservar estas prácticas democráticas.



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