En un mundo donde la tasa de divorcios es cada vez más alta y las parejas se conocen mediante algoritmos en páginas de internet, uno podría argumentar que el amor verdadero está en vías de extinción. La historia de Isaac y Teresa Vatkin demuestra que, aunque tal vez sean más difíciles de encontrar, aún se dan casos tan románticos que parecen sacados de una obra de Shakespeare
Isaac nació en 1926 en Uruguay, pero de joven se mudó a Argentina a vivir con su familia. Precisamente en Argentina, concretamente en Mar del Plata, en 1928, nació Teresa. Se conocieron allí en una fiesta en 1945 y surgió el amor. Dos años más tarde se casaron.
Su vida como marido y mujer iba viento en popa. Tuvieron 3 hijos juntos y en 1968 tomaron la siempre difícil decisión de emigrar. Junto con sus retoños, Isaac y Teresa se mudaron a Chicago. A los 42 años, Isaac tuvo que aprender inglés. Montó un restaurante de comida rápida e hizo todo lo posible para darle el mejor porvenir posible a los suyos. Uno de sus hijos cuenta: “Nunca tuvieron una gran casa ni ningún otro lujo. Siguieron viviendo con sencillez. En realidad, todo lo invirtieron en nuestra educación”.
Pero el tiempo puede con todo. A los 80 años Teresa se vio azotada por el alzheimer. Isaac la alimentaba, la bañaba y vivía siempre pendiente de ella. Él nunca desistió y, a pesar de su avanzada edad, buscó por todos los medios posibles cómo afrontar esta enfermedad, incluso por internet, cuando apenas sabía qué hacer con un computador. Los años pasaron y tuvieron que ingresar a Teresa en una residencia de ancianos, donde pudieran cuidarla mejor. Aunque Isaac no quería separarse de ella, la visitó todos los días, todavía queriendo cuidarla
Pero cuando Issac enfermó, a los 91 años, de una fuerte gripe, a Teresa le entró neumonía. A ambos los ingresaron en el mismo hospital de Chicago y, cuando vieron que tal vez no saldrían de esa, los pusieron en la misma sala. Uno de sus hijos juntó sus manos. Y ninguno de los dos ancianos soltó la de su pareja hasta el mismo final.
Cuando Teresa abrió los ojos, miró a uno de sus hijos por última vez y murió. Minutos después, los médicos la quitaron del lado de Isaac. Como si él hubiese notado que les habían separado las manos, Isaac dejó de respirar instantes después de que alejaran a su esposa de él, como si quisiera seguirla. Solo habían pasado 40 minutos desde que su mujer se fue.
Sus hijos y nietos ahora lloran la pérdida de la pareja pero saben que se han ido de este mundo tal y como ellos habían estado los últimos 69 años: juntos. Y eso los llena de felicidad. Y es que, ¿cuántos matrimonios pueden decir que están juntos, literalmente, hasta que la muerte los separe?